Tal día como hoy en una mañana clara de agosto de hace siete décadas muchos habitantes de Hiroshima se vieron sorprendidos por un intenso destello de luz acompañado por calor y seguido de una potentísima onda expansiva: habían sido bombardeados con la primera arma de la historia que empleaba la energía nuclear como fuente de destrucción. El punto de la explosión se situó a 600 metros de altura no lejos del edificio de promoción de la industria de la prefectura de Hiroshima, que, a pesar de sufrir graves daños, se mantuvo en pie para recuerdo de las gentes de hoy con el nombre de cúpula de la bomba atómica. En aquella zona las victimas ni siquiera debieron de tener la dudosa suerte de comprender el origen del letal fenómeno al quedar afectados de súbito por las radiaciones y la onda de presión de forma simultánea: el informe del Manhattan Engineering District —la división militar del proyecto Manhattan— concluyó en 1946 que a una distancia de hasta 300 metros murieron el 93% de las personas expuestas. Según este documento los daños inmediatos fueron provocados por la radiación térmica, que incendió todo a su paso, y la onda expansiva de la detonación, que convirtió casi cualquier construcción en escombros, por lo que quedaron arrasados más de 10 km2.
Maqueta expuesta en el Museo conmemorativo de la Paz de Hiroshima en la que se representa el punto de explosión de la bomba y la destrucción causada. Justo encima de la sombra de la esfera roja se halla el edificio de promoción de la industria de la prefectura de Hiroshima, verdadero símbolo del estrago.
Por otro lado, una gran parte los supervivientes que se hallaban cerca de dicha explosión se vieron expuestos a sus radiaciones ionizantes, puntuales pero lo suficientemente intensas como para provocarles síndromes de irradiación aguda. Sus efectos son diferidos a lo largo de horas, días y semanas, y comprenden diarrea, fiebre, destrucción del tejido sanguíneo y de las mucosas, de gravedad y letalidad diversa. El documento sobre el bombardeo del U.S. Strategic Bombing Survey cuantificó las muertes producidas por la irradiación aguda en un porcentaje del 15% al 20% de las 70000 a 80000 muertes causadas directamente por el ataque. Los heridos se estimaron en otros 70000.
Solo tres días más tarde la tragedia se volvió a repetir en Nagasaki, donde murieron de 35000 a 40000 personas y donde otras 40000 resultaron heridas. Sorprendió a los militares estadounidenses el poder destructor del artefacto puesto que, sin llegar a detonarse en la superficie de las ciudades escogidas, una sola bomba de las nuevas podía igualar fácilmente otros estragos bélicos. Según sus datos comparativos, en el bombardeo de Tokio habían intervenido 279 aviones que arrojaron 1667 toneladas de bombas convencionales que mataron a 83600 personas e hirieron a otras 102000.
Hoy la memoria del ataque se mantiene viva gracias al compromiso de las autoridades japonesas. En concreto, Hiroshima se esfuerza por mantener en pie la cúpula de la bomba atómica como se observa por los trabajos de restauración que se pueden apreciar en la fotografía que tomé en mi visita a la ciudad en 2013.
Edificio de promoción de la industria de la prefectura de Hiroshima, hoy conocido como cúpula de la bomba atómica. Se aprecian los trabajos modernos de restauración para evitar su caída y consiguiente olvido.
Se extiende al sur del lugar del estallido un parque conmemorativo. El llamado Parque de la Paz comprende varias instalaciones para el recuerdo de lo ocurrido y alberga una conocida ceremonia anual alrededor del cenotafio en la que se tañe la campana de la Paz. Es también parada obligada del sitio el monumento a la paz de los niños dedicado a los que murieron como consecuencia de la bomba. Está inspirado en la historia de Sadako Sasaki, expuesta a la radiación a la edad de 2 años y víctima de la leucemia en 1955. Sadako dobló unos seis centenares de grullas de papiroflexia mientras trataba de restablecerse de su enfermedad, esperanzada por una antigua creencia nipona que decía que a quien conseguía hacer mil grullas de papel se le concedía un deseo. Dos años después de su muerte se inauguró el monumento con las aportaciones de más de 3200 colegios de Japón y de otros donantes de nueve países. En la actualidad siguen llegando grullas de papel al monumento.
Campana usada en la ceremonia conmemorativa que tiene lugar todos los años en el Parque conmemorativo de la Paz de Hiroshima. Se guarda en el museo homónimo.
Monumento a la paz de los niños rodeado por paneles con grullas de papel. Bajo su concavidad hay una campana y una grulla dorada.
Completa el lugar el Museo conmemorativo de la paz que, aparte de facilitar muchos datos técnicos sobre el bombardeo, nos introduce en el auténtico testimonio del horror padecido a través de una variada colección de objetos de las víctimas del ataque. Debo confesar que en este punto se me fueron las ganas de fotografiar nada, en concreto cuando me encontré con el que considero el objeto más impactante de la emotiva colección: las uñas y la piel carbonizada del estudiante de instituto Noriaki Teshima, muerto al día siguiente de la explosión, guardadas por su madre para mostrarlas al padre, que se hallaba en el frente.
Material de construcción parcialmente vitrificado durante la explosión por efecto de las altísimas temperaturas generadas. Pertenece a la colección del Museo conmemorativo de la Paz de Hiroshima.
Triciclo de niño expuesto en el Museo conmemorativo de la Paz de Hiroshima.
Tras la reflexión sobre estos hechos y su contexto histórico creo que los físicos involucrados en el desarrollo de la bomba se dieron al menos un par de argumentos morales para continuar con su quehacer bélico: primero, conseguir la bomba antes que la Alemania nacionalsocialista; y con esta derrotada en mayo de 1945, lograr la rendición del imperio japonés sin tener que pagar el carísimo coste en vidas de la invasión del archipiélago nipón, que hubiera sido defendido con inusitada fiereza. A la vista de estas difíciles e irreversibles decisiones en tiempos tan acres me alegro de poder trabajar en paz en el uso médico de las radiaciones ionizantes y la energía de los núcleos atómicos.
Vista del Parque conmemorativo de la Paz de Hiroshima tomada desde el museo homónimo. La cúpula de la bomba atómica, la llama conmemorativa y el cenotafio están alineados.
FUENTES
The Atomic Bombings of Hiroshima and Nagasaki. Manhattan Engineering District. 29 de junio de 1946. A través del sitio Atomic Archive, disponible en http://www.atomicarchive.com/index.shtml.
U. S. Strategic Bombing Survey: The Effects of the Atomic Bombings of Hiroshima and Nagasaki. 19 de junio de 1946. President’s Secretary’s File, Truman Papers. A través de la biblioteca y el museo Harry S. Truman, disponible en http://www.trumanlibrary.org/.
Colección virtual del Museo conmemorativo de la Paz de Hiroshima, disponible en http://www.pcf.city.hiroshima.jp/index_e2.html.
Archivo fotográfico propio.